- Hoy va a ser un mal día – pensó el Sr. Sanz al levantarse de la cama, y se dispuso a preparar la cafetera. Pero cuando tenía el paquete de café en la mano, dudó si realmente tenía que tomar café sólo porque tuviese la sensación de que iba a ser un mal día.
En sus 45 años de vida jamás había tenido esa duda.
Se levantaba todas las mañanas con una sensación: si iba a ser un mal día, desayunaba café. Si iba a ser un buen día, desayunaba cacao. Y si iba a ser un día normal, de esos que pasan sin más, como para rellenar y que la semana no quede incompleta, desayunaba un vaso de leche.
Se paró, confundido, aún con el paquete de café en la mano y sin saber que hacer.
Miró por la ventana y observó los nubarrones que cubrían el cielo de la ciudad y las gotas de lluvia que golpeaban el cristal y decidió que no, que aunque todo indicase lo contrario, aquel día desayunaría cacao. Aunque ello implicase no beber café en el trabajo, ya que tomar café podía convertir el mejor de los días en una catástrofe.
Apuró la taza, se limpió aprisa el pequeño bigotillo de cacao que le había quedado y se dispuso a salir. Sí, aquel sería un buen día.