lunes, 25 de mayo de 2009

Arte

Los zapatos estaban llenos de arena y eso le incomodaba.
Se había limpiado los pies a conciencia pero no había podido evitar que algunos granos de arena escapasen de su escrutinio.
Era un hombre que en el centro de una ciudad hubiese pasado desapercibido, pero no ahí.Tenía unos cuarenta años pero su mirada era la de una persona mayor, cansada de la vida.
Vestía con un traje oscuro y zapatos de vestir que a pesar de estar relucientes tenían algo de arena.
Había caminado descalzo durante horas por la playa, con los zapatos en la mano, sin que pareciese importarle el sol abrasador.
Había regresado al lugar de su nacimiento artístico, al paisaje que había inspirado su primera obra. Por aquel entonces sólo era un jóven que soñaba con ser artista y ahora que lo había conseguido, se sentía vacío.
Ninguna obra le había llenado como las primeras, en las que lo único que le importaba era plasmar sus sentimientos. Desde que había sido descubierto, había seguido con su trabajo y su obra gustaba cada vez más, pero a la vez se hacía más comercial y él sentía que le habían cortado las alas.
Tras muchos años de “arte encadenado” ´cómo él lo llamaba, decidió ponerle fin a aquel Frankenstein que había creado, un arte hecho de los restos de su verdadero arte .
“Más vale tarde que nunca” pensó.
Aquel pueblecito costero había sido el lugar de nacimiento de su arte y debía ser también su tumba.
Decidido a no volver a crear jamás, sentado en la cima de unas rocas, observó al atardecer sobre la playa y lloró su amarga despedida del arte.
Cuando cesaron sus lloros, cuando los últimos rayos naranjas desaparecían hundiéndose en el mar, las vió.
Millones y millones de estrellas sobre el fondo negro de la noche, dispuestas al azar como si un niño acabase de jugar con ellas.
Desde hacía años al mirar hacia el cielo no lograba ver más allá del resplandor de las farolas, y entonces, frente al infinito, volvió a sentir la llamada del arte. Quiso que todo el mundo sintiese lo que había sentido, lo que estaba sintiendo: el resurgir de sus alas.

lunes, 18 de mayo de 2009

MINA

Frío y sudor. Martilleo constante.

Repiqueteo interminable del metal contra la roca.

Suciedad en la piel, suciedad en el aire.

Ecos infinitos que recorren kilómetros.

Aullidos del viento escapando por los túneles.

Rocas mutiladas por la mano del hombre,

Hombres mutilados por obra de las rocas.

Vigas crujiendo bajo el peso del mundo.

Un reino de oscuridad de carbón.



Olor a azufre y un canario muerto.