miércoles, 26 de mayo de 2010

El cuadro


(Relato basado en el dibujo de Alex Valle)
El cuadro colgaba sobre la chimenea, presidiendo el salón. En él una hermosa joven observaba con dulzura al ratoncillo subido sobre su mano.
María había entrado pocas semanas antes como criada al servicio de la casa y había quedado impresionada por la belleza de la muchacha del retrato.
Según sabía, el señor de la casa se había mudado recientemente a la ciudad desde algún lugar del norte. Su discreción y su posición de sirvienta le impedían preguntar sobre la retratada, pero no imaginar:¿Sería la esposa de su señor muerta joven por alguna enfermedad?¿O puede que su hija? Quizá fuese una amante... tenía el tipo de aquellas actrices de esas comedias tan de moda en el teatro del momento. No sólo ella, sino todo el servicio rumoreaba y fantaseaba historias sobre amores imposibles, desgracias, lágrimas, reencuentros y todos aquellos elementos fundamentales en las novelas rosas que tanto les gustaban.
María no terminaba de creerse ninguno de estos rumores pero le hacían gracia, eran imaginativos, alocados a veces y les entretenían durante horas.
Observaba disimuladamente el cuadro cada vez que pasaba por delante hasta que cierto día la sorprendió su señor cuando examinaba con fijeda la pintura. Al verse descubierta bajó la vista y se apresuró a salir de la habitación pero el hombre la retuvo con un gesto y le habló sin apartar la vista del rostro de la joven dibujada.
-“Es hermosa, ¿verdad?”
-“Mucho señor” se apresuró a responder.
-“¿Nunca te has preguntado quien podría ser?”
-“Muchas veces señor, hasta he oido historias, pero dudo que sean ciertas”
-“To rambién las he oido”-rió-“Fantásticas novelas de amor. Pero te contaré un secreto”-dijo bajando la voz-“No es ninguna amante, hija, ni mujer, ni siquiera es real. Es la inspiración hecha persona, una musa imaginaria que pintó un amigo para mí, cuando la inspiración me fallaba”

domingo, 23 de mayo de 2010

Nosotros

Escondemos la buena suerte en una herradura y la mala bajo una escalera.
Envolvemos la navidad en papel de regalo y transformamos los años en velas.
Atrapamos el tiempo en un reloj y hacemos de la libertad una paloma.
Limitamos lo ilimtable.
Diferenciamos lo que es igual e igualamos lo que es distinto.
No llamamos negro a lo negro ni blanco a lo blanco.
Creemos en lo increible y negamos lo evidente.
Vivimos por y para lo intangible: necesitamos respuestas y significado;y nos seguimos preguntando.
Gritamos como si el volumen nos diese la razón o nos fiamos de un número para saber lo listos o guapos que somos.
Lloramos con las películas y no con los telediarios.
Somos la contradicción, la respuesta a nuestra propia pregunta.