martes, 22 de junio de 2010

Sombras

Te asustas de las grandes sombras proyectadas en la pared. Te aterroriza tanto que no tienes valor para girarte y averiguar qué es lo que las produce. Así que continuas con el eterno miedo. Y tu imaginación, que de pronto se ve despierta y libre tras un largo letargo, decide jugar, haciendo todavía más terroríficas las oscuras proyecciones, dándoles relieve, color y hasta movimiento. Y ves en ellas todo aquello que te aterra, que parece no existir durante el día y que ahora te acosa, cuando más sólo estás. Te proteges con la manta, sabes que no sirve de nada, pero te hace sentir extrañamente mejor. No te atreves a mirar bajo la cama, aunque sabes que sólo están tus zapatillas y quizá alguna pelusa.
Finalmente, un día te decides a plantarle cara a lo que genera todas aquellas sombras. Debajo de las mantas, haces acopio de valor y cuentas hasta tres. Saltas al suelo de golpe y descubres que las sombras sólo eran un efecto del desorden de tu cuarto y de la luna llena. Al mirarla, piensas que quizá todo aquello sea la fomra que tiene la luna de sólo dejar admirar su belleza a los más valientes.

jueves, 3 de junio de 2010

La Gran Ópera del Mundo

Habló Calderón de “El Gran Teatro del Mundo”, pero más que un teatro me parece una ópera en la que cada uno interpreta su propia aria. Pero hemos pillado la obra empezada y nadie tiene el panfleto que explica el argumento. Puedes elegir ser un simple observador, tratando de entender o inventarte tu propia historia, lanzarte al escenario y cambiar el curso d ellos acontecimientos. Sin buenos ni malos, todo depende del papel que hayas adoptado. Perdido el guión, habrá que improvisar, sin saber los propios actores si están interpretando una tragedia o una comedia, ni como acabará.
Pero en definitiva, de lo que se trata es que de cuando se apaguen las luces y se oigan los aplausos, uno esté contento por haber ofrecido un buen espectáculo.
Píntate la cara de blanco y ponte la nariz roja. El público te espera. Se encienden los focos. Se levanta el telón.

miércoles, 2 de junio de 2010

Mercado

Al entrar al recinto del mercado se quedó asombrado, siempre había asociado mercado negro con algo oscuro y clandestino. Pero la plaza, aunque en un lugar imposible de encontrar sin las señas exactas, era un hervidero de color y sonidos. Los vendedores anunciaban a voz en grito sus mercancías como si de fruta o pescado se tratase.
“¡Felicidad, señoras y señores!, ¡Vendo felicidad!¡Qué cara más larga tienes muchacho!¿Qué me dices si te pongo un par de botellas? Ya verás que bien... si me compras dos te regalo la tercera...

“Ojos, piernas, pelo! Mire joven que ojos azules tan bonitos!Se te echarán todas las mujeres encima con ellos ...te los dejo a 7 oros cada uno...
Siguió deambulando entre puestos, fascinado por lo que se vendía; desde dulces sueños a horribles pesadillas, desde el piar de un pájaro hasta el olor a hierba mojada...
Era el lugar donde lo incomprable podía ser comprado. Estaba seguro de que solo allí encontraría lo que buscaba.
Avanzó un poco más hasta llegar al tenderete que buscaba. Un anciano de larga blarba blanca y vestido con una especie de hábito de monje esperaba clientes pacientemente sentado tras una mesa en la que exponía sacos llenos de arena de colores con rótulos como: “tiempo libre” “tiempo de estudio” “tiempo de sueño”...
Los observó tímidamente hasta que se atrevió a preguntar
“¿Tiene tiempo a secas?”
El hombre sonrió asintiendo , al tiempo que sacaba de debajo de la mesa un saco gris.
El joven tosió, manchando de sangre el pañuelo con el que se había tapado la boca.
“¿Cuanto le pongo?”
“Un par de meses, no más. Lo justo para arreglar los asuntos pendientes”
El chico sacó del zurrón un reloj de arena casi a punto de agotarse y dejó que el hombre lo abriese y lo rellenase. Pagó y se dio la vuelta para marcharse, pero el hombre le llamó.
“Tenga cuidado. A veces esta prórroga nos gusta tanto que la alargamos demasiado. Sino, míreme a mi”