domingo, 14 de junio de 2009

Crecer

Nuestro peor enemigo: nosotros mismos. Nuestro mayor miedo : a lo desconocido.
¿Y qué cuando ambos se juntan?¿Qué sucede cuando desconocemos todo sobre nuestro enemigo excepto su rostro?
Somos complejos y jamás comprenderemos al cien por cien a nadie de nuestra especie, ni siquiera a nosotros mismos.
Cuando no hay nadie que quiera responder a nuestras preguntas temiendo que el exceso de sinceridad nos haga enfadar es cuando nos impiden crecer.
Y nuestra ignorancia nos hará dar palos de ciego que al no topar con nada nos harán creer que vamos por el camino correcto. Pero no existe en el mundo una llanura suficienetemente amplia como para andar eternamente sin encontrarnos con nada.
Y quizá cuando choquemos contra algo ya será tarde y nuestros errores serán tan comunes que parecerán aciertos.

Qué se puede esperar cuando la complacencia prevalece sobre la verdad, cuando se pierde la inquietud por entender lo propio y lo ajeno, cuado vencidos por el miedo a lo desconocido no tratamos de entenderlo y vencerlo.

domingo, 7 de junio de 2009

Tarde de verano

Me asomo a la ventana de mi cuarto que da a la calle. En mitad de la ciudad, la naturaleza ha encontrado sus sitio: las golondrinas han anidado en la esquina superior de la ventana y un saltamontes me mira impasible desde el alfeizar, pienso que sería un buen jugador de póquer. Desde aquí arriba parece más grande que la gente que pasa por la calle. Por unos momentos me lo imagino destrozando la ciudad... un remake de Godzilla con un saltamontes gigante... un ruido me saca de mis pensamientos.

¡Bang, bang! No hay sitio para los dos en esta ciudad forastero...

El sonido de un televisor a todo volumen escapa por una ventana entreabierta y se mezcla con la charla de un grupo de amigos que salen de comer en un restaurante.
El tiempo amenaza lluvia y el bochorno aumenta.
Alguien corre un mueble, o quizá sea un trueno.
Las calles se vacían . Calor y el sonido de la lluvia.

¡Bang, bang! Al fin se ha vengado la muerte de mi hermano...

Se acaba la película y apagan la televisión.
La lluvia ha cesado dejando un dulce aroma a asfalto mojado.


Adoro las tardes de verano.

viernes, 5 de junio de 2009

Tu quoque? II

Sus músculos estaban tan tensos que se sentía relajado. Intentó no pensarlo mucho, pues corría el riesgo de arrepentirse. Se escondía entre las sombras, con el cuerpo apoyado en la fría pared del edificio. Notaba cada latido, cada respiración. Sentía como una gota de sudor se deslizaba por su frente para acabar desapareciendo en una de sus pobladas cejas. Oyó un rumor y se puso en guardia. observó cómo aquel todopoderosa caía sometido ante lo único sobre lo que no tenía dominio: la propia muerte.
Entre el grupo de gente asomaron manos con puñales y túnicas manchadas todas de la misma sangre.
Entonces reaccionó y atacó. Clavó el piñal en el moribundo que le miró con lágrimas en los ojos. No se enterneció ante el dolor de aquel que fue como su padre.
Tras asegurarse de que estaba muerto se marchó del lugar con paso rápido pero firme y la satisfacción del trabajo bien hecho.

miércoles, 3 de junio de 2009

Tu quoque? (¿Tú también?)

Ya no lloraba de dolor, ni de rabia, ni de impotencia. Cuando ya creía que no había nada más insoportable que el dolor físico de aquellas puñaladas, vio su cara. Y no quiso verla. No quiso creer que aquellas faccioner eran las que había visto crecer. Esperó en vano que aquella no fuese su última visión: el hombre que a pesar de no ser su hijo de sangre y haber vivido como si lo fuese, le devolvía toda una vida con una puñalada en el costado.
Fue entonces cuando descubrió que le dolía más el alma que el cuerpo, y entre temblores y lágrimas sólo logró susurrar: ¿Tú también hijo mío?