miércoles, 3 de junio de 2009

Tu quoque? (¿Tú también?)

Ya no lloraba de dolor, ni de rabia, ni de impotencia. Cuando ya creía que no había nada más insoportable que el dolor físico de aquellas puñaladas, vio su cara. Y no quiso verla. No quiso creer que aquellas faccioner eran las que había visto crecer. Esperó en vano que aquella no fuese su última visión: el hombre que a pesar de no ser su hijo de sangre y haber vivido como si lo fuese, le devolvía toda una vida con una puñalada en el costado.
Fue entonces cuando descubrió que le dolía más el alma que el cuerpo, y entre temblores y lágrimas sólo logró susurrar: ¿Tú también hijo mío?

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