viernes, 29 de enero de 2010

Bosque de piedra

Seguí buscando, sintiéndome observada en todo momento por esos personajes fríos, inmóviles, que no apartaban de mi sus ojos de piedra mientras yo los sorteaba. Me parecían todos iguales y no estaba segura de si andaba en línea recta o en círculos. Cada cierto tiempo, se abría un claro entre el bosque de estátuas y me encontraba con una fuente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo; esos Adonis y Afroditas de piedra parecían mantener mudas conversaciones a mi alrededor.
Creía que por fin había dado con la salida justo cuando me encontré de frente por tercera vez con la pareja de flamencos rosas.
Desesperada, me senté sobre una seta pidiendo permiso al enano que la custodiaba.
Se me ocurrió que si en ese instante me dormía, al despertar creería estar en el País de las Marravilas. Obesrvé a un gran gato de piedra e imaginé una gran sonrisa burlona en su cara.
Pero cuando escuché atentamente, esperando oir un “que le corten la cabeza”sólo oí a mi madre llamarme a gritos y asegurar que esa era la última vez que le acompañaba a comprar adornos para el jardín.
Me levanté y caminé lentamente hacia ella, haciendo girar con el dedo todos los molinillos de viento que me cruzaba a mi paso y pensé que al ritmo al que compraba adornos de jardín mi madre, el nuestro iba a acabar dando tanto miedo como esa tienda.
Eso sí, en nuestro jardín por lo menos alguna planta había.

jueves, 14 de enero de 2010

Generación del 98

Muy buena cosecha, si señor. Un vino con un toque especial...

martes, 5 de enero de 2010

Siento que las ideas revolotean por mi mente, como mariposas de jabón que se escurren entre mis manos o explotan como si fuesen burbujas al mínimo contacto con mis dedos. Y tengo necesidad de ellas; de verlas, atraparlas, entenderlas y soltarlas de nuevo para verlas volar.

viernes, 1 de enero de 2010

VALHALLA

Creyó despertar de un largo sueño, pero se sentía extrañamente ligero. Abrió cautelosamente los ojos y se encontró frente a una gloriosa estampa: una mujer joven, fuerte, armada para la batalla y montada en un robusto corcel le indicaba con un gesto que subiese con ella al caballo.
El hombre miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en mitad de un campo de batalla en el que bravos guerreros se batían entre sí. Le inundó un fuerte olor a sudor, tierra y sangre que le era muy conocido. Parpadeó unos instantes, recordando, y miró al suelo donde descubrió su propio cuerpo muerto, inmóvil, atravesado por una lanza a la altura del estómago.
Entonces comprendió.
Subió a la grupa del caballo y dejó que aquella servidora de Odín lo guiase hacia su destino. Sabía que había sido elegido entre todos los guerreros muertos en aquella batalla y que tendría el honor de cruzar aquellas puertas por tantos ansiadas: las puertas del Valhalla.