viernes, 29 de enero de 2010

Bosque de piedra

Seguí buscando, sintiéndome observada en todo momento por esos personajes fríos, inmóviles, que no apartaban de mi sus ojos de piedra mientras yo los sorteaba. Me parecían todos iguales y no estaba segura de si andaba en línea recta o en círculos. Cada cierto tiempo, se abría un claro entre el bosque de estátuas y me encontraba con una fuente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo; esos Adonis y Afroditas de piedra parecían mantener mudas conversaciones a mi alrededor.
Creía que por fin había dado con la salida justo cuando me encontré de frente por tercera vez con la pareja de flamencos rosas.
Desesperada, me senté sobre una seta pidiendo permiso al enano que la custodiaba.
Se me ocurrió que si en ese instante me dormía, al despertar creería estar en el País de las Marravilas. Obesrvé a un gran gato de piedra e imaginé una gran sonrisa burlona en su cara.
Pero cuando escuché atentamente, esperando oir un “que le corten la cabeza”sólo oí a mi madre llamarme a gritos y asegurar que esa era la última vez que le acompañaba a comprar adornos para el jardín.
Me levanté y caminé lentamente hacia ella, haciendo girar con el dedo todos los molinillos de viento que me cruzaba a mi paso y pensé que al ritmo al que compraba adornos de jardín mi madre, el nuestro iba a acabar dando tanto miedo como esa tienda.
Eso sí, en nuestro jardín por lo menos alguna planta había.

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