Cerró la puerta de la tienda y suspiró. Toda la vida queriendo vivir al lado del mar y así había acabado, trabajando en una pescadería en un barrio de Madrid.
Había renunciado a su sueño porque su sueldo era el único que entraba en casa, para mantenera a ella y a sus padres, que ademas necesitaban cuidados.
pero había decidido no renunciar a soñar y cada día, antes de volver a casa del trabajo, se sentaba frente a un gran póster de una playa paradisiaca, ponía un CD con sonidos de la costa y aspirando el olor a sal y pescado que inundaba el establecimiento, imaginaba su vida junto al mar.
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