viernes, 20 de noviembre de 2009

Entrevista

Abrí la puerta del despacho algo cohibida y me encontré frente a un pequeño cuartucho de paredes grises y muebles del mismo color. Lo único que rompía la monocromía era un horrible ramo de flores de tela que, a falta de jarrón, estaba colocado en una botella de gaseosa.
Un hombre grande, cuyos pequeños ojos parecían hundirse en la inmensidad de su cara redonda, estaba sentado tras la mesa. Cuando levantó la vista y me vio, me hizo un gesto para que tomase asiento.
Empezó a hablar pero enseguida dejé de escucharle y me limité a seguir con la mirada el hipnótico baile de su bigote, Tras cinco minutos comencé a dudar si quien me hablaba era él o su frondoso mostacho.
Cuando por fin acabó de explicarme las condiciones del trabajo me sonrió preguntándome si seguía interesada en el puesto. Le dije secamente que no y salí rapidamente de ahí, dudando que era lo más artificial de ese despacho, si las flores o su sonrisa.

1 comentario: