miércoles, 10 de marzo de 2010

Caretas

Me tendió la mano manchada de la tinta del periódico que había estado retorciendo con nerviosismo antes de que yo llegase. Hizo un amago de quitarse el antifaz que llevaba puesto pero con un gesto le indiqué que si así estaba más cómodo, no tenía porqué hacerlo. Suspiró aliviado y tras rechazar la copa que le ofrecía, mostró impaciencia por comenzar.
Le conduje hasta el gran almacén donde todas las paredes estaban cubiertas por una siniestra exposición de máscaras que nos miraban con ojos vacíos. Aun nervioso, pasó unos minutos hasta decidirse por una máscara dorada y negra que me pidió probarse.
Le dije que le quedaba estupendamente mientras él se miraba en el espejo con orgullo.
Le llevé luego hasta el gran guardarropa repleto de trajes negros, todos iguales y se puso uno de su talla y unos lustrosos zapatos negros. Se le notaba emocionado.
Cuando estuvo listo le conduje hasta el salón donde le esperaba la sociedad, ya dispuesta a aceptarle con este nuevo rostro. Antes de cruzar el gran portón, se giró hacia mi para darme las gracias y le tendí su antiguo antifaz por si quería guardarlo. Señaló su careta diciendo que ya no lo iba a necesitar y me dio las gracias de nuevo con esa sonrisa pintada que yo ya sabía que no desaparecería jamás. Le sonreí una última vez, sinceramente pero con pena, sabiendo que la mía iba a ser la última sonrisa de verdad que iba a ver.

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