jueves, 3 de septiembre de 2009

Ketchup

Sopesó el bote de ketchup: estaba casi vacío. Le dio un golpe en la base y apretó con fuerza, un pegote rojo cayó sobre la hamburguesa. Dejó el bote aplastado a un lado y recolocó el pan, al levantar la hamburguesa, notó que algo frío se le deslizaba por el dedo. Asustado, se miró la mano y suspiró aliviado al comprobar que sólo era ketchup. Al chuparlo le supo raro, pero en cuanto mordió la hamburguesa le quitó importancia.
Al sonido del televisor se sumaba el farfullar del hombre criticando todo cuanto sucedía en el partido de fútbol que estaba viendo, sin importarle que cada vez que lo hacía se le caía la mitad de la comida que llevaba en la boca. Cuando acabó y miró mesa, la vio llena de manchas rojas y mientras examinaba el bote en busca de algún agujero, sintió que algo líquido le goteaba en la cabeza. Alzó la vista y descubrió con horror una paloma clavada en el techo, con las alas extendidas sujetas con clavos, chorreando sangre.
Parpadeó sin apartar la vista de la macabra imagen y una gota que se deslizaba por el pico del animal dio de pleno en su nariz: entonces le invadió el miedo.
Se levantó de golpe y removió el caos de la mesa hasta dar con las llaves.
Una vez en la calle ni siquiera se dio cuenta del frío que hacía y de que la ropa que llevaba puesta apenas abrigaba. Andó largo rato por las silenciosas calles alumbradas por la luz anaranjada de las farolas girándose cada pocos pasos para comprobar que nadie le seguía. Conocía el símbolo de la paloma crucificada y también su significado: venganza. Por alguna razón había mantenido la esperanza de que aquel incidente ocurrido años atrás hubiese quedado en el olvido, pero en el fondo siempre había sabido que tarde o temprano se cumpliría la venganza contra él.
Sin darse cuenta había llegado hasta un pequeño callejón completamente vacío a excepción de un viejo Ford aparcado. Aceleró el paso dispuesto a cruzarlo deprisa, pero al pasar junto al coche, oyó salir una voz del interior que le hizo frenar.
“Hey, tú”
Se volvió bruscamente y su pulso se aceleró al descubrir que estaba vacío.
“Hey you! en inglés, es la tercera canción que oiremos en el pequeño homenaje que hacemos esta noche al famoso cuarteto de Liverpool... ”
Sólo era la radio. Suspiró aliviado y sonrió sintiéndose algo avergonzado por haberse asustado tan fácilmente. Pero la sonrisa se transformó en una mueca de pánico cuando apareció tras él en el reflejo del cristal la cara con la que tantas noches había soñado: eran las facciones que anunciaban su muerte.

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